La Vuelta

En aquellas lejanas fiestas de Hernani destacaba la subida al Jaizkibel. Toda la organización se caracterizaba por la desbordante alegría y los premios consistían en recibir las txapelas que se exhibirían con orgullo hasta el fin de las fiestas. Porque lo de subir al Jaizkibel no era moco de pavo y hasta el que llegara el último sería un esforzado campeón. A mi amigo Joshe- Mary, Practicante, que tenía un Topolino, le pusieron en el coche un gran rótulo que decía “Médico” y sería por tanto el encargado de velar por la salud de toda la comitiva y resolver cualquier malestar o posible accidente que se produjera. Me daba horror pensar que alguien se pusiera malo en el desarrollo de la prueba y tuvieran que meterlo en el Topolino. Pero Joshe- Mary asumió el reto y se dispuso a colocarse en su sitio con presteza, antes de dar la salida. Su hermano Primitivo, consumado motorista, abría la carrera. La ruta Hernani- San Sebastián-Pasajes-Jaizkibel-Irún y regreso, con unos setenta kilómetros de recorrido.

La carrera discurrió ante el entusiasmo de los aficionados a su paso, a discretas velocidades, y al llegar a San Sebastián se les incorporaron un par de agentes de Tráfico y una ambulancia. Se comenzó por fin a iniciar la subida y Joshe- Mary conducía su vehículo con firmeza y soltura, pero cuando logró coronar la cima ya los ciclistas bajaban a una velocidad endiablada, con lluvia y todo, y se perdían entre la niebla y él hubo de mostrar su pericia pues el cochecito tendía a írsele de las manos y gracias al uso abusivo de una velocidad corta no se quedó sin frenos. La ambulancia, que seguía obediente jerárquicamente al vehículo del “Médico”, hubo de rebasarlo para que su motor descansara después de la incómoda y forzada subida y para evitar llevárselo por delante y llegó el momento en que también se le perdió en la lejanía. Cuando bajó el Jaizkibel no había ni rastro de los componentes de la Vuelta y tuvo que detenerse en una sidrería a refrescar el gaznate y para que su coche se recuperara del esfuerzo mecánico que le había infringido.

Hizo el camino de vuelta desorientado, deteniéndose en todos los semáforos, sin los aplausos ni el calor del público y cuando al fin llegó a Hernani una muchedumbre enfervorizada por el chacolí le aplaudió a rabiar, le sacó del coche y, en volandas, le premió con la txapela de los campeones.

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