La Ciudad de las Calles Curiosas

El viejecito de la barba sonrió y dijo que él había nacido en un pueblo de calles muy curiosas. Una sobrina suya vivía en la calle “Pajarito Volandero” y su cuñada en la calle “Pirulí de La Habana”. Su calle se llamaba “Soldadito de Plomo” y una hermana de su tía vivía en la calle “¡Arre, Borriquito!”. Pero había muchos otros nombres que él recordaba, como el de la calle “Tararí, Que Te Ví” o la llamada “Manteca Colorá”.

El Ayuntamiento había decidido dar a las calles nombres graciosos, pensando en los niños que así ponían mucho interés en aprender a leer, pues se divertían viendo los rótulos y los maestros organizaban excursiones con grupos de niños para recorrer el pueblo leyéndolos.

El viejecito tosió un par de veces y continuó diciendo que un amigo de su padre vivía en la calle “Lorito Real” y su abuela en la llamada “Abracadabra”. Pero tenía muchos amigos que vivían en otras calles curiosas, como “Puré de Patata”, “Duérmete, Mi Niño” o “Cuesta Resbalosa”. Y había muchas referidas a animales, como “Corderito Blanco” o “Gatito de Angora” o simplemente “Guau Guau”, aunque los vecinos de esta calle protestaron porque parecían tontos y pidieron que su calle tuviera un nombre más serio y que se llamara “Perrito Ladrador”.

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