La Niña que no sabía leer

Había una niña que no sabía leer. Un día se dio cuenta de que la ciudad estaba llena de letreros e indicaciones que lo decían todo, pero ella no los entendía y se ponía muy triste.

Los letreros de las tiendas no le preocupaban porque, aunque ella no los comprendía, los escaparates mostraban las cosas que se vendían en ellos. Y había cosas evidentes como las farmacias, pues hasta de lejos se sabía lo que eran. Pero en todos los portales de las casas había letreros que seguramente dirían que allí había una modista o un abogado. Creía que tampoco era importante, pues como era muy pequeña no necesitaba de ninguno de ellos. Pero le inquietaba no saber los nombres de las calles ni poder entender las palabras escritas, pues las letras le bailaban en los ojos y la hacían sufrir.

Decidió estar más atenta en la escuela y aunque le costaba un gran esfuerzo, haría todo lo posible por entender cómo las letras al juntarse significaban tantas cosas diferentes. Y empezó a conocer primero las vocales: a, e, i, o, u, y luego las consonantes, y ya cuando supo qué era una m o una p o una r y cómo sonaban se abrió ante ella un mundo diferente. Y cantaba feliz “la m con la a, ma; la p con la a, pa; la s con la a, sa. Y cuando salía de la escuela reconocía las letras por todas partes y se sentía contenta porque ya sabía juntarlas y comprender qué decían.

Disfrutaba mucho leyendo los letreros. Pa-na-de-ría, Con-fi-te-ría, Po-li-cía. Y los avisos: Ca-lle cor-ta-da. Era delicioso y divertido leerlo todo, aunque tenía que preguntar a su mamá qué querían decir cosas como “Tejidos y novedades” o “Asesoría Fiscal” o “Sindicato de Banca”, pero esas eran cosas que requerían seguir estudiando. Ella se conformaría con entender las cosas de los niños.

Arriba