Un viaje de negocios

Salieron de Walldorf para tomar un par de horas después en Frankfurt un vuelode Luftansa rumbo a Chicago, donde debían hacer escala para enlazar con otro que les llevaría a Springdale, Arkansas. Ambos habían visitado los Estados Unidos en repetidas ocasiones y uno de ellos había estudiado y residido allí durante varios años, pero ninguno de los dos conocía aquella parte. Como era un vuelo largo, y a pesar de los recientes recortes de su empresa en materia de gastos de personal, viajarían en clase preferente. El viaje, de una semana de duración, consistía como tantas otras veces en entrevistas con clientes de aquella zona que habían adquirido un determinado producto informático de su empresa. Escuchar sus explicaciones, resolver sus dudas, tomar nota de sus sugerencias, orientarles técnicamente de posibles ampliaciones y hacer en suma que el producto adquirido funcionara respondiendo a sus necesidades actuales y futuras.
Llegados a Chicago y tras unas horas de espera tomaron un avión ligero hasta el punto de destino. Les sorprendió desde el aire la gran extensión verde de una población que parecía no comenzar en un punto concreto y no terminar en ninguna parte. Esta vez los clientes eran propietarios de granjas avícolas que empleaban a miles de personas y que producían huevos, pollos, muslos, alitas, pechugas y sopas con destino a los mercados de todo el país.A pesar de las enormes superficies que ocupaban las instalaciones por todas partes, todas las reuniones se celebraron en salas reducidas sin ventanas al exterior y cuando se trasladaron a los locales destinados a oficinas para resolver las dudas de los empleados, éstas estaban ubicadas en lugares incómodos, carentes de espacio, con carpetas y listados amontonados y asimismo sin una sola ventana.Fue por lo tanto una semana muy dura que les produjo un enorme cansancio. Pero eran jóvenes y estaban preparados para cualquier incidencia, salvo que cuando el microbús del hotel les dejó en el aeropuerto North West Arkansas las condiciones atmosféricas habían empeorado notablemente y se habían prohibido los vuelos a Chicago. La compañía American Airways les recomendó como mejor opción un vuelo a Dallas, Texas, desde donde podrían volar a Chicago al día siguiente, pues habían perdido ya la conexión con su programado vuelo de Luftansa.Ya en Dallas y tras largas discusiones en el mostrador de la American Airways les facilitaron un hotel para pasar la noche y vales para las comidas, pero en el hotel no admitieron los vales ni pudieron hacer uso de sus tarjetas de crédito por lo que agotados y hambrientos, con un par de zumos de frutas que adquirieron con las monedas que les quedaban, afrontaron al día siguiente el viaje desde Dallas a Chicago para enlazar con el ansiado vuelo hasta su destino de Frankfurt.

Se despidieron joviales cuando el taxi que les esperaba les dejó al fin en Walldorf el domingo, sin haber podido disfrutar de un fin de semana relajado, hasta el día siguiente en la sede de su empresa para preparar informes, estudiar datos y esperar un nuevo viaje de negocios.

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